Esta entrada del blog es para mostraros una de las rutas mas gratificantes que he hecho ultimamente.
Las rutas endureras son muy buenas para el cuerpo, para quemar
adrenalina y calorias a raudales, pero ha veces son un tanto
estresantes. Sin embargo esta ruta, aun siendo un tanto técnica por su
gran cantidad de kilómetros de senderos, es una gran ruta para el alma.
Recorremos Cañón del Río Lobos, ese mágico enclave de la península ibérica que según la teoría del escritor Juan Garcia Atienza, está en el centro geográfico de ella.a En su libro, La mesa secreta de los templarios, escribe:
"El lugar del emplazamiento del convento de Ucero, está, con una
ABSOLUTA EXACTITUD, en el eje vertical de la península ibérica; es
decir, en la línea recta que divide las dos mitades y que equidista de
sus dos puntos extremos, tanto a oriente -el cabo de Creus- como a
occidente -el cabo de Finisterre-. Si situamos cuidadosamente el lugar
en un mapa, sobre este meridiano imaginario, podremos comprobar que su
distancia en línea recta a los dos puntos es de 527 kilómetros y 127
metros"
Esta afirmación no está exenta de polémicas, pero no es objeto de este blog el tratarla.
Lo que si quiero tratar es la paz, la magia y la emoción que se siente al recorrer los tramos de este cañón, en compañía de un gran amigo, en un día frío y lluvioso con nuestras queridas bicis.
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A pesar de haberse levantado un día feo nos animamos el uno al otro para salir a montar y el resultado fue una jornada de un gran disfrute. De unos colores en los campos difíciles de retratar con las cámaras fotográficas, pero si que se quedaron en mis retinas.
Partimos de Santa María de las Hoyas para ir en busca de la entrada norte del Cañón que recorrimos por el interior hasta la mitad. Salimos de él para recorrer los campos y bosques de sabinas que hay al borde y nos volvimos a meter en él cañón principal por el cañoncito secundario del arroyo de Valderrueda que empieza en las proximidades de Casarejos.
Visitamos el enclave mágico que comenta Garcia Atienza de la Ermita de San Bartolomé con su enorme caverna y sus majestuosos buitres volando sobre nuestras cabezas. Volvimos hacia el puente de los Siete Ojos.
Y dejando el Cañon a nuestra espalda, ya bien avanzada la tarde, regresamos a Santa María de las Hoyas en donde nos esperaban nuestras parejas y amigos para terminar juntos uno de esos días grandes en los que me siento bien, reconciliado con la vida, con los problemas muy lejos. Se diría que Feliz.
Os dejo el vídeo que grabamos durante esta jornada.
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